El síndrome de diógenes

Con frecuencia aparecen en los medios de comunicación noticias que se refieren a ancianos que viven, y en ocasiones lamentablemente mueren, rodeados de basura, en graves condiciones de insalubridad y miseria; son personas que padecen el denominado síndrome de Diógenes.

Su nombre alude a Diógenes de Sínope , filósofo griego del siglo IV a. de C., cuya rigurosa disciplina ascética le llevó a dormir en un tonel y a vagabundear provisto solamente de una capa y un zurrón. Hacía gala de una actitud anárquica, contraria a las convenciones políticas y sociales, basada en el autodominio, la privación y el desprecio por los placeres mundanos.

Este trastorno fue descrito y denominado así en el año 1975 por Clark, Mankikar y Gray, aunque ya se conocían estudios previos sobre el tema. Otros autores se han referido a esta conducta como “fallo o fracaso senil en los patrones de higiene personal y ambiental ” (MacMillan y Shaw, 1966), “pobreza imaginaria” (Bealson, 1960), “ancianos solitarios” (Granick y Zeman, 1960), “ruptura social ” (Radebaugh, Hooper y Gruenberg, 1987) , “miseria senil” (Shah, 1990), “autoabandono extremo ” (Cybulska y Runcinski, 1986)…

Suele aparecer en personas de edad avanzada que generalmente viven solas, y preferentemente en mujeres, aunque esta circunstancia podría explicarse por el desequilibrio entre sexos que se da en la última etapa de la vida. Aunque su prevalencia y mortalidad son difíciles de estimar, De la Gándara señala que en nuestro país supone el 1,7/1000 de los ingresos hospitalarios en mayores de 65 años.

Parecen existir factores predisponentes de la enfermedad, como son la soledad, ciertos rasgos de la personalidad acentuados en la edad senil (personas obstinadas, desconfiadas, introvertidas, suspicaces…) y circunstancias estresantes que aparecen en la vejez (carencia de lazos afectivos, viudedad, pérdida de reconocimiento social y laboral…) Sin embargo es significativo que curse con independencia del nivel intelectual, económico y cultural de los afectados, ya que se puede dar en gente de elevada posición o que ha gozado de un importante prestigio profesional.

Al margen de la propia patología que conlleva la enfermedad, en determinadas ocasiones está vinculada a otro tipo de desorden psiquiátrico o alteración mental (esquizofrenia, depresión, dependencia del alcohol, deterioro cognitivo, etc) Algunos trabajos proponen la asociación de este síndrome con síntomas de disfunción cerebral y probable demencia frontotemporal.

A grandes rasgos, estos enfermos presentan las siguientes características :

  • Aislamiento voluntario, eludiendo las normas y relaciones sociales.
  • Abandono de su higiene personal, de la limpieza de la casa en que viven y de su propio cuidado en lo que a su salud se refiere, en especial en lo que concierne a su alimentación, que suele ser muy precaria y puede conducir a un importante estado de desnutrición y deterioro físico.
  • Comportamiento huraño y actitudes hostiles con vecinos y familiares, en el caso de que los tengan, rechazando todo tipo de ayuda y mostrando resistencia a abandonar sus domicilios, aun cuando se les proporcione alojamiento adecuado. Además niegan o minimizan su conducta, tendiendo a la racionalización de la misma.
  • Sus viviendas se encuentran, en general, repletas de desperdicios, enseres deteriorados y objetos de desecho que acumulan compulsivamente (silogomanía), y con frecuencia carecen de los suministros básicos. Todo ello puede provocar daños estructurales, suponer un riesgo de incendio y un peligro para la salud pública, favoreciendo también la proliferación de insectos y roedores, máxime cuando estas personas además de atesorar basura conviven en ocasiones con un número excesivo de animales, a los que tampoco mantienen en adecuadas condiciones ni prestan la atención debida.

El tratamiento debe contemplar diversos aspectos. Es fundamental la prevención y detección de casos de riesgo, establecer un diagnóstico correcto, asegurar una adecuada atención geriátrica y mejorar las coberturas sociales. Para ello es preciso abordarlo de un modo integral e interdisciplinar , lo que implica la coordinación de actuaciones entre los distintos niveles y estamentos de intervención: familia y entorno vecinal, servicios sanitarios y sociales, cuerpos de seguridad y emergencias, instancias judiciales, organismos de tutela, redes de apoyo social, etc.

Finalmente, insistir en que la gravedad y complejidad del problema requieren aunar esfuerzos para mejorar la atención y la calidad de vida de los mayores que viven en soledad, sobre todo teniendo en cuenta que el envejecimiento de la población y la situación de los ancianos en nuestra sociedad hacen pensar en un previsible aumento de estos casos.

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